Tratar los problemas de salud mental de los padres es crítico, afirman los expertos.
Los adolescentes son más propensos a fumar, beber y consumir marihuana (y hacerlo a una edad más temprana) si sus madres tenían depresión cuando los niños estaban en la escuela primaria, según un nuevo estudio.
Los mismos adolescentes también son más propensos a realizar actos violentos y otras conductas delictivas.
Los investigadores esperaban que los adolescentes cuyas madres estuvieran deprimidas en la actualidad serían los que más probabilidades tendrían de realizar conductas arriesgadas, "ya que esos niños pueden carecer tanto de la supervisión como del respaldo que uno de los padres puede ofrecer durante un momento emotivo", afirmó el coautor del estudio, Ian Colman, profesor asociado de epidemiología en la Universidad de Ottawa, en Canadá.
"De modo que nos sorprendió ver que la depresión materna cuando el niño tenía entre 6 y 10 años realmente se asociaba de manera más firme con esas conductas arriesgadas para la salud", comentó Colman.
Es en estos años tempranos de formación cuando los niños, que todavía necesitan el respaldo y la guía de sus padres, empiezan a sentir una mayor influencia de los otros niños, dijo Seanna Crosbie, trabajadora social y directora del programa de servicios de trauma informado del Centro de Guía del Niño en Austin, Texas.
"Es durante este periodo cuando los niños obtienen la aprobación de los padres y profesores al exhibir las competencias y las actividades que la sociedad valora", y entonces se desarrolla un sentimiento de orgullo y de maestría de las habilidades, comentó Crosbie. "Si los niños no reciben comentarios positivos y el apoyo de su entorno, podrían desarrollar un sentimiento de baja autoestima e inferioridad".
Un padre deprimido, dijo Crosbie, podría no ser capaz de realizar comentarios positivos a un niño sobre su conducta ni de satisfacer sus necesidades psicológicas. Y eso "probablemente lleve a que el niño realice conductas de alto riesgo a medida que llega a la adolescencia", dijo.
Colman y sus colaboradores dieron seguimiento a más de 2,900 parejas de madres canadienses y sus hijos desde 1994 Hasta la fecha, cuando los niños tenían entre 2 y 5 años de edad, hasta que los niños tenían entre 16 y 17 años.
Cada dos años, las madres rellenaron unos cuestionarios sobre sí mismas, sus parejas y el entorno social de los niños. Los niños empezaron a completar sus propios cuestionarios a partir de los 10 años de edad.
Los investigadores preguntaron a los niños qué sustancias habían tomado y si alguna vez habían robado algo, si habían tenido un arma, si la policía les había interrogado, si habían peleado con alguien, si habían roto algo intencionadamente, si habían vendido drogas, mantenido relaciones sexuales, intentado suicidarse o escapar de casa, entre otras conductas arriesgadas.
Aproximadamente el 4 por ciento de las madres de los adolescentes habían sufrido síntomas de depresión cuando los niños tenían entre 6 y 10 años.
Los hijos de esas madres tenían aproximadamente el doble de probabilidades de empezar a fumar y a consumir marihuana que los niños de madres con menos síntomas de depresión a lo largo de toda su niñez, halló el estudio.
Los adolescentes de madres que habían estado deprimidas también tenían 1.4 veces más probabilidades de empezar a beber alcohol y una probabilidad más de tres veces más alta de tomar alucinógenos.
Incluso tras tener en cuenta el sexo y los ingresos familiares, los investigadores hallaron que estos adolescentes también tenían más probabilidades de realizar conductas delictivas violentas y no violentas que los que tenían madres que no estaban deprimidas durante el periodo medio de la infancia de sus hijos.
Pero el estudio no demuestra que la depresión materna lleve a conductas arriesgadas.
"Podríamos estar viendo una combinación de efectos genéticos y ambientales en estos resultados", dijo Colman. "Sin embargo, aunque los efectos genéticos podrían explicar parcialmente una asociación general entre la depresión materna y la conducta arriesgada adolescente, es poco probable que expliquen la razón por la que los efectos se dan en un momento concreto".
Y aunque este estudio no observó los efectos en la depresión de los papás, Colman dijo que probablemente la salud mental del papá también sea importante para el desarrollo saludable de un niño.
"Hay una falta real de investigación sólida sobre los efectos de la depresión paterna", señaló. "Esto se debe en gran medida a que las madres son más propensas a responder a las encuestas sobre sus hijos y a identificarse a sí mismas como las cuidadoras principales del niño".
Independientemente de cuál de los padres esté atravesando dificultades de salud mental, es importante que pidan ayuda, dijo Crosbie.
"Ser padre es uno de los trabajos más exigentes del mundo. Los padres tienen muchas exigencias y responsabilidades en la vida, lo que puede llevar a estresarse demasiado y a deprimirse", indicó Crosbie.
"Por tanto, es importante que los padres busquen ayuda para ellos mismos, sobre todo si sufren síntomas de depresión, lo que incluye problemas para dormir, cambios en el apetito, sentimientos de desesperación o ideación [pensamientos] suicidas", dijo.
"Con la intervención, la depresión puede tratarse con éxito. Y buscar tratamiento es lo mejor que un padre puede hacer por la familia".
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