
Diversos estudios sociológicos señalan que seis de cada diez personas que se hacen un tatuaje se arrepienten de ello en algún momento de su vida. Las opciones que existían antes para eliminar un tatuaje –y que iban desde camuflarlo con otro dibujo, hasta realizar una intervención quirúrgica que precisaba injertos y la reconstrucción de la zona afectada– eran poco eficaces y dejaban cicatrices.
Por suerte para los arrepentidos, en la actualidad es posible eliminar prácticamente cualquier tatuaje sin dañar la piel gracias a las modernas técnicas láser.
Dependiendo del tipo de tatuaje y de tinta, de los colores con los que se ha realizado (los negros son más fáciles de quitar que los rojos o azules), de su extensión y profundidad, y de la zona donde se encuentre y cómo sea la piel del paciente, se utilizan diferentes láseres especialmente indicados para eliminar tatuajes, como los Q-Switched, y varía también el número de sesiones necesarias para conseguir el resultado deseado.
Proceso para eliminar un tatuaje
Eliminar tatuajes y micropigmentaciones sin lesionar la piel ni dejar marcas, es un proceso lento y costoso que debe ser realizado por expertos para evitar quemaduras u otras complicaciones.
Cada sesión puede durar entre dos y diez minutos, según el tamaño del tatuaje, y al finalizar se cubre la zona intervenida con un apósito durante dos o tres días.

El procedimiento comienza con la aplicación de anestesia tópica y una crema oclusiva antibiótica, que también se debe aplicar al día siguiente, y que sirve para prevenir el riesgo de infección.
El láser emite un pulso muy corto que se efectúa directamente sobre el pigmento y no daña la piel que lo circunda. El disparo del láser disgrega las partículas de tinta para que puedan ser reabsorbidas y eliminadas por el organismo.
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