Obligar a los niños a tomar siestas después de que las superan de forma natural conduce a que duerman menos en general.
Una siesta diurna quizá no sea la mejor idea para los niños en edad preescolar, concluyó una revisión reciente de docenas de estudios anteriores sobre las siestas.
Los niños de más de dos años que hacían siestas durante el día tendían a irse a la cama más tarde y a dormir menos que los que dejaron de dormir en medio del día, hallaron los investigadores.
"Dado que el sueño es un tema tan importante para el bienestar de los niños y sus padres, nos sorprendió encontrar tan pocos estudios sobre los costos y beneficios de las siestas en la niñez temprana", comentaron las autoras líderes del estudio, Karen Thorpe y Sally Staton. Ambas son investigadoras de la Facultad de Psicología y Consejería de la Universidad de Tecnología de Queensland, en Australia.
"El hallazgo más significativo de nuestro estudio es que las investigaciones actuales no respaldan obligar a los niños en edad preescolar a tomar siestas para mejorar su salud y bienestar", apuntaron las autoras. "Con frecuencia se da por sentado que tomar siestas en la niñez temprana tiene un beneficio universal, y esa suposición en realidad no ha sido cuestionada por la investigación hasta ahora".
Las investigadoras revisaron 26 estudios relacionados con las siestas en los niños de hasta 5 años de edad. Buscaron información sobre los patrones nocturnos de sueño. También observaron la conducta, el estrés, la obesidad, los accidentes y las habilidades de pensamiento.
Hacer la siesta durante el día solo se vinculó de forma constante con quedarse dormido más tarde, dormir menos en general y tener un sueño de peor calidad, sobre todo entre los niños a partir de los 2 años, encontró el estudio.
Los hallazgos aparecen en la edición en la revista Archives of Disease in Childhood.
"Este análisis más bien exhaustivo de la literatura de investigación sugiere que quizá las siestas no sean tan importantes para los niños en edad preescolar como creemos, y que incluso podrían tener algunas consecuencias adversas", dijo Andrew Adesman, jefe de pediatría del desarrollo y conductual del Centro Médico Pediátrico Cohen de Nueva York, en New Hyde Park, Nueva York.
"Estas investigadoras han resaltado lo poco que en realidad sabemos sobre el valor, desde una perspectiva médica y del desarrollo, de hacer que los niños en edad preescolar hagan siestas durante el día", apuntó Adesman.
Según Thorpe y Staton, los hallazgos de la revisión no significan necesariamente que las siestas siempre sean nocivas para el sueño. En lugar de ello, la investigación mostró que no hay evidencias para fomentar las siestas en los niños que las han superado de forma natural con la edad.
Además, las investigadoras anotaron que no hay una edad fija en que los niños deban dejar de hacer la siesta.
"La edad de 2 años no se debe considerar como un punto definitivo en que se debe disuadir de las siestas", enfatizaron las investigadoras. "En lugar de ello, los padres de los niños pequeños deben responder a la necesidad de sueño individual de su hijo".
Adesman añadió que "dado que los años preescolares son unos importantes años de transición desde el punto de vista del sueño, y dado que los niños varían en todas las demás dimensiones imaginables, es probable que las siestas puedan ser útiles para algunos niños en edad preescolar, y contraproducentes para otros".
La mayoría de los niños dejan atrás las siestas antes de los 5 años, por lo general antes de los 3 o los 4, según las autoras del estudio.
Adesman señaló que "como pediatra, creo que los padres de niños en edad preescolar deben animar a sus hijos pequeños a hacer la siesta si, y solo si, están convencidos de que su hijo en concreto se beneficia de la siesta. Los padres no deben imponer una siesta diaria a los niños en edad preescolar que no parezcan necesitarla ni beneficiarse de ella, dado que una siesta al mediodía quizá solo socave la calidad o la cantidad del sueño nocturno".
Investigaciones anteriores han vinculado un peor sueño nocturno con dificultades de conducta y pensamiento, apuntaron las investigadoras. Pero en este estudio no encontraron ningún vínculo entre las siestas y la conducta, el desarrollo o la salud en general. Lo más probable es que los efectos no estuvieran claros debido a las edades de los niños y a que sus rutinas de siesta variaban en gran medida entre un estudio y otro.
"Aunque hay muchas evidencias de que el sueño nocturno es importante, actualmente no sabemos mucho sobre la función del sueño diurno", anotaron las investigadoras. "Hay ciertas evidencias de que el sueño diurno puede beneficiar al funcionamiento cognitivo [mental] y conductual, pero simplemente no hay suficiente como para ofrecer una respuesta clara en este momento".
Todos los expertos concurrieron en que la clave para aprender más sobre cómo las siestas influyen sobre los niños en edad preescolar es realizar estudios adicionales.
Adesman dijo que "con más investigación, quizá descubramos que nuestras creencias convencionales sobre la importancia de las siestas diurnas para los niños en edad preescolar no sean más que una superstición bien intencionada".
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